Sahel: Se espera que la crisis alimentaria exacerbada por el conflicto armado empeore durante el período de escasez
Más de 10,5 millones de personas en Burkina Faso, Malí, Níger y Mauritania corren riesgo de pasar hambre durante el próximo período de escasez agrícola –momento entre cosechas en el cual las existencias de alimentos están en sus niveles más bajos–, en medio de un conflicto armado que agrava la crisis alimentaria que ya viene azotando a la población.
Dos millones de personas, como mínimo, han sido desplazadas en esos cuatro países a raíz del conflicto armado; el 70 % se halla en Burkina Faso, donde la situación ha obligado a aproximadamente el 10% de la población –cerca de 1,8 millones de personas– a huir de su hogar en busca de seguridad.
Cuando una población en circunstancias de por sí frágiles se ve obligada a trasladarse, se vuelve extremadamente vulnerable. Al perder el acceso a sus tierras para la agricultura o la ganadería, comunidades enteras comienzan a depender de la asistencia para sobrevivir, sobre todo en lo que respecta a la obtención de agua y alimentos.
La situación es especialmente preocupante para millones de personas en toda la región que se hallan en zonas inaccesibles para las organizaciones humanitarias debido a la inseguridad. Para algunas poblaciones, en particular en Burkina Faso, en las localidades de Pama, Mansila, Kelbo, Madjoari y Djibo, el panorama es dramático. Confinadas a espacios cada vez más reducidos y sin posibilidades de escapar, también se ven afectadas por una crisis alimentaria de gran escala.
“La violencia en el Sahel no solo exacerba la crisis alimentaria, sino que también, en muchos casos, la está provocando. La situación es extrema, y el período de escasez podría desatar una catástrofe si no se acuerdan iniciativas para prestar asistencia a los millones de personas afectadas”, indicó Patrick Youssef, director del CICR para África.
La región, que hoy vive los efectos negativos del cambio climático, también atraviesa la sequía más fuerte que ha tenido que afrontar en muchos años. La disminución histórica de las precipitaciones, a niveles comparables con un gran período de sequía en 2011 que produjo miles de muertes, ha ocasionado una pronunciada caída de los cultivos. Níger y Mauritania han producido el 40 % menos de alimentos en comparación con el promedio anual de los últimos cinco años, mientras que en Malí se ha registrado un descenso del 15 % y en Burkina Faso, del 10%. En Mauritania, también se redujo la producción de biomasa en un 80 % en zonas afectadas por incendios forestales y sequías.
El conflicto armado como causa principal de la inseguridad alimentaria
Más del 80 % de las personas que viven en el Sahel dependen de la agricultura para sobrevivir. Cuando la violencia se traslada dentro de una misma región, sus habitantes suelen verse obligados a huir. Como consecuencia, es posible que no se cultive o que no se cuiden o cosechen los cultivos, lo que expone a comunidades enteras al riesgo de sufrir mucha hambre o, incluso, caer en la hambruna.
En Malí, en la región de la triple frontera de Liptako-Gourma, se ha perdido el 80 % de las tierras cultivables en más de 100 aldeas a raíz de la destrucción de cultivos y el hecho de que muchas personas se han visto obligadas a huir. A partir de nuestro seguimiento posterior a la cosecha en las provincias de Yatenga y Loroum, en Burkina Faso, hemos observado pérdidas en el rendimiento de hasta un 90%. En las regiones del norte de Burkina Faso, se ha perdido entre el 30 % y el 50 % de las tierras cultivadas a causa de la inseguridad, mientras que en Níger, en las regiones de Tilaberi y Tahoua, los medios de subsistencia de cientos de miles de habitantes se han visto alterados ante la imposibilidad de acceder a sus tierras por la amenaza de la violencia y el desplazamiento interno de los habitantes de aldeas enteras.
La falta de acceso al agua empeora la situación
Burkina Faso padece una crisis hídrica de alcance nacional. En algunas regiones afectadas por el conflicto armado, se destruyen puntos de abastecimiento de agua; mientras tanto, el deterioro de infraestructuras hídricas en otros lugares trae consigo profundas consecuencias para la vida cotidiana de la población.
“En algunas partes de Burkina Faso, se hacen filas de hasta 72 horas para acceder a pozos de perforación. La vida gira completamente en torno al acceso al agua. En caso de que la situación siga deteriorándose, estaremos frente a una posibilidad real de que personas y animales mueran de sed”, señaló Youssef.
La violencia y el conflicto armado también han alterado las rutas tradicionales de trashumancia, una forma de pastoreo o nomadismo organizada alrededor de la migración de animales. Los pastores de Mauritania solían migrar a Malí en busca de pasturas y agua. La violencia vuelve inaccesibles estas rutas tradicionales y, así, pone en riesgo el ganado y los medios de subsistencia.
Se necesitan soluciones innovadoras
Preocupa mucho lo que pueda ocurrir con los cientos de miles de personas atrapadas en distintos lugares por todo el Sahel, lugares inaccesibles para el CICR y otras organizaciones humanitarias por ser muy inseguros. “La respuesta debe llegar a todos aquellos que lo necesiten y concretarse mediante acciones que disminuyan las tensiones en lugar de agravarlas. Las organizaciones humanitarias deben poder realizar su labor con libertad y seguridad en estos contextos”, observó Youssef.
Junto con el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, el CICR amplía su respuesta en toda la región para prestar asistencia a los más vulnerables. La organización también investiga soluciones a más largo plazo que ayuden a estas poblaciones a adaptarse y volverse más resilientes ante los choques climáticos y las consecuencias de los conflictos prolongados.
El CICR está organizando un evento paralelo en el marco del 15.o período de sesiones de la Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (COP15) que tendrá lugar en Abiyán el 12 de mayo de 2022, junto con el Banco Africano de Desarrollo, para analizar maneras de romper el ciclo de inseguridad alimentaria en África.
“Si bien es imperioso responder a esta crisis, limitarnos a un pensamiento de emergencia generará una dependencia de la ayuda humanitaria, y el ciclo de sufrimiento se repetirá”, agregó Youssef.
“Los actores del ámbito del desarrollo, los gobiernos y las organizaciones humanitarias deben unirse para proponer soluciones nuevas y originales que fortalezcan los sistemas vigentes y aporten herramientas que ayuden a superar la dependencia de la ayuda humanitaria”.