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Las 500 a Pánfilo Patricio – Manifiesto del Cambio #78. El Docente universitario, timonel independiente
Una Universidad cuando recibe a sus estudiantes en sus aulas de clases, construye una relación de sinergia. Un vínculo, en la que se hace presente, la generación, el acompañamiento y la producción de conocimiento. Los saberes de la ciencia, la tecnología y de la cultura y el arte, son los productos que requiere la sociedad para su desarrollo y supervivencia permanente.
Dentro de ese ambiente controlado, en la que fluyen ideas, valores, principios y reflexiones a dos vías, en la que se aprende la concepción de la sociedad real, para soñar en su transformación hacia la sociedad idealizada, se va construyendo y deconstruyendo el aprendizaje entre estudiantes y profesores junto con el apoyo, de la parte administrativa dentro de la comunidad universitaria, que es importante.
Sin embargo, la vocación principal de forjar a los hombres y mujeres como resultado de esa sinergia, que necesita la sociedad para su sostenibilidad, le compete al Docente. Es quien está llamado a ser testigo y educador de una auténtica vida que integra la cultura, la fe, la competencia profesional y la sabiduría.
Es a través de la actividad de docencia, investigación y extensión que realizan los educadores, que se propicia el mejoramiento de la calidad, y cuando cada universidad se compromete a desarrollar iniciativas que eleven el nivel académico de su planta docente, se robustece y consolida el objetivo institucional de la calidad en su oferta académica.
La Universidad como institución de educación superior, por lo menos debe avanzar porcentualmente cada año, en esa dirección. Sobre ella recae la misión de reunir y facilitar las condiciones propias para generar, difundir y aplicar los conocimientos por medio de las labores de docencia, investigación y de extensión, y que los estudiantes sueñen en grande en mejorar sus condiciones de vida.
No obstante, en muchas ocasiones, el instinto de sobrevivencia lleva a las instituciones universitarias, imponer la doctrina de un modelo mercantilista, que prioriza la cantidad sobre la calidad; que impone como baluarte de gestión, la producción a base del agotamiento y la priorización del cumplimiento de requisitos por encima de la esencia de ser y hacer academia. El hedonismo de los ambientes festivos apartados de la sobriedad que representa el desarrollo de la academia, se va apoderando cada día más.
Esto se debe, en ocasiones, al afán desmedido, de mantener alegre, feliz y “complacida” a la clientela. Esta próxima generación de profesionales, que esperan las facilidades de la vida, y rehúyen de la disciplina, buscando atajos rápidos. Ante esta percepción, es el docente el que asume el liderazgo como faro, guía, y timonel independiente entre las inquietudes de los pupilos y la dirección furtiva.
Es por ello que las universidades que reconocen que el mejoramiento de su calidad, como comunidad universitaria, se sostiene gracias a la labor que los docentes realizan, dentro de sus funciones de docencia, investigación, extensión y gestión, podrán superar con éxito y pertinencia los procesos que evalúan y acreditan el mejoramiento de su calidad como instituciones de educación superior.
Vive honestamente, no le cause daño a nadie y dele a cada uno lo suyo”.