Ante la gravedad de su crisis energética, China empieza a importar carbón de Australia para que no peligren sus exportaciones
Tras salir a la luz el colapso del gigante chino Evergrande, China sigue en el foco mediático mundial por la brutal crisis energética que atraviesa y que podría llegar a salpicar a Europa próximamente. Desde hace unos días, la situación no deja de empeorar y la falta de suministro eléctrico es ya tan acuciante que el gigante asiático ha comenzado a importar carbón australiano.
Que China haga este movimiento pese a las tensiones que existen entre ambos países y a las reticencias que previamente había manifestado para importar carbón a las mineras australianas, deja claro la gravedad de la situación. No tanto por la electricidad en sí, porque China tiene capacidad para producirla, sino en cuanto a que al depender tanto del carbón para ello está agotando sus reservas.
El carbón en China: una dependencia peligrosa
Según Argus Media, un grupo de evaluación de precios de materias primas, Australia envió 35 millones de toneladas de carbón térmico a China en 2020 y cerca de 50 millones de toneladas en 2018 y 2019, pero el año pasado Pekín ordenó a las empresas estatales de energía y las acereras que dejaran de importar carbón australiano de inmediato.
La razón: una disputa con Australia a raíz de una investigación internacional sobre los orígenes de la pandemia ocasionada por el COVID-19. En noviembre de 2020 las importaciones cesaron, como evidencian datos de Wood Mackenzie.
Desde entonces, empezó a gestarse una crisis que actualmente está poniendo en juego el crecimiento de la economía china y el buen funcionamiento de las cadenas de suministro globales. Solo en el último mes, las autoridades de 16 provincias han puesto en marcha medidas como el racionamiento de la electricidad, que afectan tanto a los particulares como a las empresas.
A nivel interno y según los expertos, a Pekín le preocupa que la subida de los precios de la energía provoque a su vez un aumento de la inflación que deprima los niveles de vida y provoque malestar social y, por tanto, se produzca la unificación de la oposición a Xi.
Según ha declarado a Financial Times el analista de Braemar ACM Shipbroking, Nick Ristic, desde finales de septiembre ya se han descargado unas 450.000 toneladas de carbón en los puertos chinos. La empresa de investigación energética Kpler, matiza que son un total de 383.000 toneladas de carbón térmico australiano las que se han descargado en China el mes pasado.
Sea como fuere, y pese a los intentos de su presidente para reducir su dependencia, China es hoy por hoy el mayor importador mundial de carbón por delante de India, y los precios de esta materia prima se han disparado en los últimos meses en respuesta al aumento de la demanda.
Así, la situación empeora para China por momentos, que ha tenido que recular ante Australia, el segundo mayor exportador del mundo. Tal y como ha publicado El Economista, varias provincias chinas ya han pedido al presidente en los últimos días que aumente las importaciones de carbón de Indonesia, Rusia o Mongolia.
Los informes de aduanas publicados recientemente, revelaban que la provincia china de Zhejiang había traído su primer envío de carbón térmico desde Kazajistán. Sin embargo, la falta de materias primas es un problema global que viene de lejos, por lo que las importaciones chinas solo aliviarán en parte la crisis.
Una situación que choca frontalmente contra los objetivos de consumo del país, pues a estas alturas del año, un gran número de provincias chinas no ha logrado alcanzar los estándares marcados pese a que las restricciones son muy rígidas. Hemos de recordar que, el pasado año, el presidente de China prometió que “las emisiones de carbono tocarían techo para 2030” y que el país alcanzaría la neutralidad de carbono para 2060.
En todo caso, la crisis que se está gestando en el gigante asiático si no deja de agravarse terminará por afectarnos de lleno, ya que la industria del automóvil europea es muy dependiente de China. Entre otras cosas, porque de allí proceden multitud de componentes como las baterías de los coches eléctricos e híbridos, por ejemplo. De hecho, solo el 3% se fabrican en Europa.
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