Costa Rica, ejemplo contra la deforestación: duplica sus bosques tras cambiar el modelo productivo
La conservación es política de estado en el país y las subvenciones se mantienen a lo largo de las últimas décadas.
La imagen que hoy tenemos de Costa Rica es la de un paraíso natural repleto de parques nacionales y áreas protegidas. Pero no siempre fue así. Hace 50 años los bosques “ticos” (costarricenses) desaparecían a un ritmo de 50.000 hectáreas al año. El impulso de la agricultura y la ganadería arrasaba con todo. La conciencia ecológica empezaba, sin embargo, a asomar en documentales como Agonía de la Montaña (1973) en el que se preguntaban “¿Podremos detener la masacre de nuestros bosques?“
La experiencia ha demostrado que sí se pudo. Desde la década de los 80, Costa Rica ha duplicado su número de bosques y hoy en día más de la mitad de su territorio está cubierto por un manto verde: es superficie forestal.
Fue gracias a la expansión de los parques nacionales (hay más de 30 y decenas de áreas protegidas) y a la creación de novedosos programas para implicar también al sector privado en la conservación, en un país donde la mayoría de los bosques son privados. Todo ello se dio en paralelo a un cambio en el modelo productivo, que pasó de estar monopolizado por la ganadería y la agricultura a volcarse, entre otros sectores, en el turismo.
Una de las herramientas que se implantó en la década de los 90 fue el Pago por Servicio Ambientales (PSA). Su nombre lo dice todo. Básicamente consiste en recompensar al propietario de una finca por plantar árboles o por conservarlos. Dentro de estas dos grandes categorías hay diversas modalidades.
Cosechar árboles para salvar el bosque
Rodolfo Salazar, por ejemplo, heredó de su padre un finca en la que el 70 por ciento del terreno era bosque. La generación anterior no habría tenido ninguna duda sobre qué hacer: “Botar los árboles y poner cultivos”. Él , sin embargo, plantado ante una Ceiba de diámetro inabarcable y 30 metros de altura, admite que no podría talar semejante ejemplar.
La solución le llegó con un plan de manejo de bosque, una de la opciones que ofrece el gobierno costarricense. Basándose en el principio de que se puede talar lo que el bosque crece, estudiaron la capacidad de regeneración del suyo, censaron todos los ejemplares de más de 50 centímetros de diámetro y concluyeron que podría talar 5 árboles por hectárea. Al cabo de 15 años, se haría una nueva evaluación del bosque y podría de nuevo “cosechar” cierta cantidad de árboles. Entretanto, recibirá un dinero por conservar el resto, por los servicios medioambientales prestados.
“No solo gana el propietario , gana también todo el planeta“
“No solo gana el propietario , gana también todo el planeta” resume Gilber Solano, que ejerce de agente forestal, supervisando en nombre del estado un centenar de estos proyectos en el departamento de San Carlos, en el norte de el país.
Viendo la tupida vegetación del bosque de la familia Salazar, que apenas permite la entrada de los rayos de sol, nadie diría que hace diez años cortaron decenas de grandes arboles. “El día después de la tala, sí había grandes claros, pero en cuestión de meses ya empezó a cubrirse todo de vegetación y los árboles que eran más pequeños comenzaron a crecer más rápidamente” afirma Rodolfo.
Lo explica también Gilber. “La dinámica del bosque empieza a partir de un claro. La tala controlada lo reactiva y lo hace más eficiente en términos de liberación de oxígeno y captación de carbono“.
Nuevas oportunidades de negocio
La madera extraída abrió además nuevas oportunidades de negocio a los Salazar. Empezaron con un aserradero, luego aprovecharon el serrín para sembrar plantas ornamentales y ahora están comenzando a fabricar muebles.
Algo parecido pasó con José Luis Rodríguez, antiguo ganadero devenido en entusiasta reforestador. Donde antes pastaban sus vacas, ha ido plantado varías especies de árboles maderables. Los últimos, de teca. Tenía que dejarlos crecer durante 15 o 20 años y a cambio recibía su pago por servicios ambientales. Ya ha cumplido el plazo, podría talarlos y extraer la madera porque nadie le va a seguir pagando por conservarlos. Pero no lo va a hacer. Cortó una parte y no le gustó el resultado. “Genera mucha destrucción, mira como ha quedado esto” dice delante de un trozo de terreno totalmente pelado. Y añade: “Había una familia de congos (monos) y se marcharon con el ruido de la tala y eso me entristece“.
En vez sacarle partido económico a la madera, ha decidido aprovechar la sombra de los árboles para poner vainilla y cacao. “¿El programa funciona? – se pregunta- Yo digo. En mi caso, sí. Yo veo árboles por todos lados, yo veo biodiversidad por todos lados. Y el cambio en uno, que ya no me gusta talar”.
Conservar, política de estado
La conservación es política de estado en Costa Rica y el Pago por Servicios Ambientales se ha mantenido a lo largo de las últimas décadas gobierne quien gobierne.
Recientemente, el país recibió el Premio Earthshot, que concede el duque de Cambridge, el príncipe Guillermo, y que está dotado con 1,3 millones dólares, por este programa de reforestación que Costa Rica quiere trasladar ahora al mar.
A lo largo de los años, el PSA ha disfrutado de una financiación bastante estable, que proviene en parte de un impuesto a los hidrocarburos.
“Al principio la gente era reticente a unirse al programa, seguía viendo el bosque como potencial terreno de cultivos, pero con el paso de los años fue aumentando la demanda y hoy solo podemos atender el 20 por ciento de las solicitudes que recibimos” afirma Arnulfo Sánchez responsable del Fondo de Financiamiento Forestal de Costa Rica (Fonafifo) en San Carlos.
Las dificultades financieras se han agravado además en los últimos años. El país atraviesa una grave crisis fiscal que ha obligado a derivar fondos a otras partidas y con la pandemia la recaudación del impuesto a los combustibles se ha hundido. Arnulfo asume que el año que viene también será complicado presupuestariamente. “Ahora mismo solo podemos mantener los contratos vigentes. No estamos incorporando ninguno nuevo, ni renovando los que han vencido“.
Urge, según Arnulfo, encontrar nuevas vías de financiación que garanticen la sostenibilidad del programa. Hay propietarios que ya les están diciendo que si no les pagan por conservarlo, tendrán que volver a buscarle otros usos al bosque. Hay un serio riesgo de retroceso. En los últimos 30 años, Costa Rica duplicó su número de bosques. En los 30 anteriores estuvo a punto de acabar con ellos. “¿Cómo?”, se preguntaba aquel documental de los 70: ¿Podrá, de nuevo Costa Rica, detener la masacre de sus bosques?.
Por ÍÑIGO HERRÁIZ/rtve.es