El grito desesperado de Afganistán en un invierno talibán: “No distinguimos entre catarro, coronavirus o hambre”
Según la ONU el 55% de la población precisará ayuda humanitaria y 23 millones de afganos sufren ya hambre aguda.
El invierno siempre ha sido duro en Afganistán. La imagen de la nieve posándose sobre sus montañas es habitual durante los meses más fríos del año. Las temperaturas pueden llegar hasta 15 grados bajo cero. “El problema es cuando se junta el frío con el hambre”, afirma desde el otro lado del teléfono Shakib Nazari, periodista afgano desde Kabul.
La tos interrumpe su crónica sobre las bajas temperaturas a las que hacen frente estos días, en el primer invierno desde que los talibanes retomaron el poder en Afganistán: “No te puedo describir lo que está pasando. El frío nos está matando. Ahora mismo estamos a menos siete grados. No distinguimos entre el catarro, el coronavirus y el hambre. Nos estamos acostumbrando a dejar de escuchar nuestros cuerpos“, añade.
Los datos hablan de una crisis sin precedentes. Naciones Unidas calcula que más de 22 millones de personas, es decir, más de la mitad de la población, necesita ayuda humanitaria para sobrevivir. Tras 40 años de conflicto, el 15 de agosto del año pasado los talibanes volvieron a hacerse con el control de todo el país tras entrar en Kabul. Esto provocó la retirada de las fuerzas internacionales y con ello se paralizó la financiación de muchos proyectos de desarrollo. Desde entonces la población afgana asiste a un declive económico.
La catástrofe humanitaria se intensifica y se acelera. El sistema bancario no funciona y los precios de los alimentos y el combustible se han disparado. “Si no tenemos dinero no podemos comprar leña, ni pagar el gas ni la luz para calentarnos“, expone Nazari.
Hace unos días nevó en Kabul, pero la situación del frío golpea sobre todo el norte del país. “Nosotros trabajamos en el norte. Allí hemos visto a muchas familias sufriendo las consecuencias de la nieve. Casas completamente heladas. Muchas personas lo están pasando mal y no tienen material para calentarse“, asegura Simone Pott, portavoz de la organización Welthungerhilfe, una ONG que combate la hambruna en varias ciudades de Afganistán. Las organizaciones humanitarias sobre el terreno están reclamando más atención a la comunidad internacional en esta época del año y están redoblando los esfuerzos para aliviar el hambre y el frío.
La sequía impide luchar contra el hambre
El país lleva tres años seguidos de sequía, lo que ha provocado que los agricultores han vuelto a quedarse sin cosecha. “Muchas familias vivían de la agricultura sobre todo en las zonas más rurales y este invierno no han podido recoger prácticamente nada. Esto se debe a la falta de lluvia por los efectos del Cambio Climático“, asegura Pott. “Muchos hogares también vivían del ganado, pero no pueden vender porque nadie compra“, asegura Wahid Darwish, coordinador de la ONG local de Afgans For Tomorrow.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha alertado de las consecuencias de esta sequía, que cada vez más amenaza los medios de vida de más de siete millones de afganos que dependen de la producción de cultivos o la ganadería. En su último informe sobre el país asiático ha recordado que las comunidades rurales, sobre todo pastores y agricultores, “constituyen el eje central de la economía afgana” y, que debido a esta crisis “la producción de alimentos y los medios de vida agrícolas están soportando una enorme presión“.
El Plan de Respuesta Humanitaria de Naciones Unidas pide 4.440 millones de dólares para evitar una catástrofe humanitaria en Afganistán. Sin esta ayuda “no habrá un futuro” para Afganistán, advirtió el pasado martes Martin Griffiths, subsecretario general de la ONU para asuntos humanitarios.
“La verdad es que hay personas que mueren porque no tienen comida y no son pocas“, asegura Nazari. Dice que el hambre es una de las principales pandemias que sufren. “Nos ha hecho olvidar de la existencia del coronavirus”, añade. Los centros de salud también se encuentran en una situación precaria y la “asistencia sanitaria es otro de los grandes retos que tenemos“, aclara el responsable de la ONG local.
Los más vulnerables: desplazados, mujeres y niños
La situación de las personas desplazadas es aún más difícil. Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en 2021 Afganistán registró una cifra récord de desplazamiento que alcanzaron a unas 700.000 personas. Al mismo tiempo, cerca de 9,2 millones de desplazados internos y retornados precisaron apoyo para regresar a sus hogares siempre que sea posible. Sin embargo, muchas familias se han visto atrapadas en los asentamientos malviviendo y pasando el invierno.
“Los que viven en los asentamientos en Kabul se encuentran en una situación realmente crítica agravada por el frío. Muchas familias están en jaimas de tela cubiertas de plástico. Algunas chozas no protegen del frío y las casas de adobe tampoco, ya que están cubiertas de zinc“, asegura Darwish. Desde su organización intentan repartir kits de ayuda humanitaria con aceite, harina, arroz y galletas para los más pequeños. “La semana pasada hicimos una distribución a 700 familias, pero veíamos como muchas más familias se quedaban sin recibir nada. Estamos todas las organizaciones desbordadas“.
“Los afganos estamos enfrentando el invierno solos“, denuncia. La falta de carbón y de madera les lleva a quemar plástico para calentarse y esto “es peligroso para el medio ambiente, pero para la salud publica en general“, explica el coordinador de Afgans For Tomorrow. La pobreza no para de crecer y muchos padres mandan a sus hijos a pedir limosna sobre todo jueves y viernes, que son dos días importantes para los musulmanes. “También vemos a mujeres en las calles pidiendo“, añade. El reportero recuerda que antes había miles de mujeres que trabajaban para el gobierno anterior y que ahora tienen prohibido labrarse la vida: “Se trataba de 120.000 que tenían su empleo y ahora se han quedado sentadas en sus casas. Ellas no importan a nadie“, lamenta.
Dos de cada tres niños necesitan ayuda
“Calculamos que un millón de niños y niñas podrían morir de frío en este invierno“, asegura Michela Ranieri portavoz de Save The Children. Desde esta ONG también llevan a cabo reparto de kits de invierno que consiste en proveer a las familias de mantas y ropa de invierno. También dan dinero para que las familias puedan comprar leña o gas para calentarse.
Ponen el ejemplo de Zabi, de 29 años. Vive con su madre, su padre y sus tres hijos. Hace dos meses, su marido murió de diabetes mientras viajaba a Irán, dejándolos sin una fuente de ingresos. “La familia no tiene suficiente dinero para comer y los hijos de Zabi mastican trozos de papel o escombros que encuentran en el suelo para calmar el hambre“, relata Ranieri.
Dos de cada tres niños afganos, es decir, más de 13 millones, necesitan urgentemente ayuda para sobrevivir, según las nuevas cifras del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). El número de niñas y niños que se enfrentan a la desnutrición ha aumentado en 700.000, pasando de 3,2 a 3,9 millones. Un millón de ellos están abocados a la desnutrición aguda severa, que pone en peligro su vida si no reciben tratamiento.
Todo esto en un contexto en el que la infancia no se garantizan derechos básicos para la infancia como el de la educación. Según Naciones Unidas, más de 2,3 millones de niños y niñas están ante una emergencia de asistir a la escuela. Desde Save The Children celebran que se haya levantado la prohibición de la escuela a las niñas pequeñas y consideran que “hay una esperanza mínima de que puedan asistir también a la escuela superior”. La escuela es un espacio seguro y la ONG recuerda que es clave para el futuro de Afganistán y sobre todo ayudaría a esquivar los matrimonios precoces.
“Ni el frío ni el hambre ayudan a esta situación“, dice Darwish. Su voz se apaga al hablar del futuro. “Todo el mundo habla de nosotros, pero nadie habla de soluciones. Hablan de ayuda humanitaria. Nos dicen que recibiremos ayuda y que vamos a comer, pero nadie nos garantiza un futuro aquí“, asegura el joven afgano desde Kabul.
“Nos dicen que recibiremos ayuda y que vamos a comer, pero nadie nos garantiza un futuro aquí“
Los dos jóvenes muestran su preocupación por la salud mental colectiva que está mermando. “Tengo dos amigos que no lograron salir de aquí y se suicidaron“, relata el periodista. Consideran que en estos cinco meses de gobierno talibán la vida ha empeorado y “tenemos más miedo“. Nazari trabaja mucho para ayudar a su familia, mientras busca fórmulas para abandonar el país: “Aquí no tenemos nada y no tengo ninguna esperanza“.
“¿Qué futuro le espera a mis hijos? ¿Qué futuro le espera a toda esta generación de afganos y afganas? Me entristece no ver ni imaginar ningún futuro“, se pregunta Darwish. Y añade: “No veo ninguna sonrisa, el rostro del mi gente se ha vuelto irreconocible y no podemos vivir sin la esperanza de que algún día las cosas van a cambiar“, concluye.
Por EBBABA HAMEIDA/Rtve