La historia de la caída del mayor cargamento de coca colombiana en Ecuador
Según la información de las autoridades ecuatorianas, alrededor del 50% del total de la producción de cocaína colombiana ingresa al Ecuador y de allí se exporta al mundo.
Un par de golpes bastaron para derribar la fachada. El oficial ecuatoriano atravesó entonces la pared falsa y allí, en medio de esa oficina improvisada y oculta en pleno Guayaquil, abrió alguno de los 157 bultos que permanecían almacenados. En cada uno de ellos encontró 60 bloques compactos de polvo blanco. Al final de aquel viernes 13 de agosto de 2021, la Policía de Ecuador confirmaba la incautación de 9,6 toneladas de cocaína, el cargamento más grande de la historia republicana del pequeño país. El origen de la sustancia: Colombia.
La historia, en realidad, comienza mucho antes, el 23 de julio pasado. En Los Vergeles, en el norte de Guayaquil, un camión blanco con insignias de una empresa repartidora de agua emprende la huida al notar la presencia policial. Una persecución se desata y termina justo al frente de una enorme bodega en donde los perseguidos intentan fallidamente ingresar. Ya entonces la Policía logra incautar 513 kilos de cocaína, empaquetados en el vehículo que simulaba transportar botellones de agua. Pero algo en aquel inmueble, sede aparente de una purificadora de agua, deja inquietos a los investigadores.
En los próximos 20 días las autoridades siguieron cualquier movimiento que involucrara la bodega. Los circuitos cerrados de vigilancia del sector permitieron establecer que la salida e ingreso de camiones como el que había protagonizado la primera incautación era una normalidad. “Se llega nuevamente al lugar y se procede a hacer una inspección más minuciosa. En la parte posterior de donde se encontraban las oficinas y la venta de agua, había una construcción mediada por una pared falsa”, dijo la comandante de la Policía, general Tannya Varela. Fue allí en donde encontraron el botín criminal.
Las implicaciones
Avaluada en poco más de US$450 millones, la droga no fue lo único encontrado. Fusiles y 2.883 municiones de calibres 9 mm, 223 mm, 7.62×39 mm y 7.62×51 también fueron decomisado. “Las organizaciones a las que estamos enfrentando son de alto poder”, dijo la comandante Varela. “El cargamento llegó previsiblemente a Ecuador por el corredor del pacífico, una de dos rutas criminales que tienen origen en Colombia”, dice el coronel Mario Pazmiño, exdirector de Inteligencia del Ejército Ecuatoriano. Se trata de un modus operandi que ha hecho de Ecuador la autopista de salida de la coca colombiana más importante del continente.
Según la información que maneja, alrededor del 50% de la producción de cocaína colombiana ingresa a Ecuador y de allí sale al mundo. Otras fuentes como la de la propia DEA (Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos) eleva este porcentaje al 74% (ver infografía). Menos del 1% de la droga colombiana que llega a Estados Unidos lo hace viajando directamente.
Lo cierto, para ambas fuentes, es que el negocio está tan consolidado que está mutando. La cocaína encontrada en Guayaquil se produjo, previsiblemente, en la costa pacífica colombiana, atravesó la frontera con Ecuador con destino a los puertos y aeropuertos del litoral ecuatoriano, de donde estaba previsto que saliera hacia Centroamérica y Norteamérica. “Se proyectaba para salir por el Golfo de Guayaquil, la plataforma internacional de donde sale más del 60% de la coca colombiana que entra a Ecuador”, dice Pazmiño. Pero, además, la droga se encontró almacenada.
La DEA también identificó este fenómeno. “Las TCO (organizaciones criminales transnacionales) colombianas utilizan a Ecuador y a Venezuela como puntos de transbordo para los envíos de cocaína con destino a México, Centroamérica y el Caribe”, dice la organización en “La Evaluación Nacional de Amenazas de Drogas” 2020, la publicación de este tipo más reciente. Allí señala que la droga es almacenada en grandes cantidades “hasta que se pueda asegurar el transporte marítimo o aéreo hacia los mercados de la droga del noreste”. En Ecuador, y específicamente en Guayaquil, esto ya se está reflejando en la violencia urbana.
La Policía de Ecuador funciona por jurisdicciones, lo que en Colombia podrían ser los cuadrantes. La Zona 8, que comprende Los Vergeles (donde se encontró la droga) y otros distritos de Guayaquil, sumaba hasta el 20 de septiembre poco más de 450 homicidios, un incremento del doble respecto al mismo período de 2020. Pocas horas después del histórico decomiso, una ola de asesinatos selectivos fue desatada: entre el viernes 13 de agosto y el domingo 15, asesinaron 7 personas y tres más fueron heridas.
Todas son por sicariato y ajuste de cuentas de organizaciones que se disputan el tráfico y microtráfico. Es en esta zona donde se ubica la cárcel que ha sido lugar de un motín provocado por el enfrentamiento de organizaciones que ha dejado 118 muertos. “El terrorismo urbano se está saliendo del control de las autoridades”, señala Pazmiño.
Entre las organizaciones que operan este tema en Ecuador y en la frontera con Colombia, además de los colombianos, como el clan del Golfo, también tienen presencia el Cartel Jalisco Nueva Generación y el Cartel de Sinaloa, ambos mexicanos. Según la DEA, las organizaciones colombianas y mexicanas están en constante comunicación e incluso tienen en territorios representantes para hacer más expeditas las negociaciones.
Todas operan con dos de los grupos criminales ecuatorianos más importantes a nivel nacional, encargados de ser los nexos y los custodios de la droga, además de ser sus distribuidores en el país. Se trata de Los Choneros, con una injerencia en las provincias de Manabí, Los Ríos, una parte de Guayas y de Esmeralda (que comparte frontera con Colombia); y Los Lagartos, que tienen presencia territorial en Guayas, además de las provincias El Oro y zonas de Loja.
La disputa entre ambas bandas ecuatorianas por el microtráfico de la droga colombiana en suelo nacional y por el control de la ruta hacia el exterior, sería responsable del aumento de los homicidios. En Ecuador, en lo que va de 2021, se han confiscado más de 122 toneladas de cocaína, un récord absoluto respecto a anteriores años y un número, que aún así, parece ser apenas la punta del iceberg.
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