Las 500 a Pánfilo Patricio
Por: Boris O. Núñez V.
Las estructuras de un país son los pilares que lo sostienen. Los pivotes que con fuerza mantienen erguida la Nación a partir de la práctica cotidiana de sus principios y valores. ¿Cuáles son las estructuras que nos mantienen en pie con dignidad nacional? ¿Qué es lo que realmente nos define como Panamá?
Ciertamente nuestro origen, no está marcado por la lucha sangrienta en busca de libertad. Si no que es el resultado de nuestras habilidades sociales del trato y la negociación. En ambos momentos históricos de nuestras gestas separatistas, la de España y la de Colombia, el mínimo común denominador fue que nuestros movimientos e hitos de lograr nuestra autonomía y soberanía fueron producto del acuerdo negociado sin disparar una sola bala de cañón.
Esta es nuestra esencia, ser un pueblo que logra sus objetivos nacionales a partir del trato, el convencimiento, la persuasión, el sentido de oportunidad o de urgencia, la astucia, la transacción y el acuerdo. Revisemos nuestro origen y nos daremos cuenta, que llevamos en el “adn” socio-cultural de nuestra memoria histórica, que los conflictos sociales, políticos, económicos, entre otros, la mejor de las veces se han resuelto por la vía del entendimiento y la negociación.
Se requieren cambios en las estructuras que sostienen las bases de nuestra nación, pero que no veo que nuestra esencia sea la de sacrificar la vida en las últimas consecuencias. Es palpable que las bases del tejido social de nuestras familias, por ejemplo, se sienten fracturadas en lo económico, como también se percibe la descomposición en la salud física, mental y espiritual de los integrantes del hogar. Las bases de la sociedad política y ciudadana se encuentran corroídas, putrefactas, y distorsionadas con un modelo de gestión institucional que alienta más la trampa, el juega vivo y la deshonra, en vez de promover la honestidad, el esfuerzo, la gratitud y la co-responsabilidad.
Es necesario modernizar las estructuras del Estado en sus instituciones de gobierno, en donde el ciudadano perciba, que la labor que realizan sus servidores públicos está dirigida e inspirada en el bienestar y mejora de la calidad de vida, y que no sea más, una letanía entronizada a entorpecer y retardar la solución a los problemas cotidianos y simples.
Ese debe ser el norte de la redefinición de un nuevo Estado o una nueva República, que multiplique las oportunidades de vivir con prosperidad y justicia para los ciudadanos y no de restar las opciones y alternativas para mejorar y engrandecernos.
Retomo unas líneas de la Declaración de Principios de Cambio Democrático que señala: “… nace de la evidente necesidad de un profundo y verdadero cambio en las estructuras de nuestro país en todos sus aspectos: sociales, políticos, económicos, educativos, culturales y morales; de ese cambio que todos sentimos y sabemos que es impostergable…”. Es necesario ofrecer un rostro, una forma, un objetivo o un sueño creíble, realizable, pero que nos haga recuperar la esperanza de vivir bien. ¿Será la lucha contra el hampa, el desempleo, la corrupción, la desigualdad?. Aún no coincidimos cómo empezar. Lo cierto es que se hace inminente llegar a un acuerdo nacional para trabajar más en la solución, que en la crítica del problema.
“Vive honestamente, sin hacerle daño a nadie y dándole a cada uno lo suyo”.
(Este artículo es responsabilidad de su autor)