Las 500 a Pánfilo Patricio
Manifiesto del Cambio 3
Por: Boris O. Núñez V.
Nos encontramos en medio de la celebración de 200 años de identidad istmeña. A lo largo de este tiempo, hemos evolucionado como pueblo, nación y estado soberano. Es una fracción de tiempo, comparada con los miles de años de historia en la cual podemos resaltar que vivimos ciclos entre convivencias y divergencias sociales.
La convivencia y la divergencia entre los miembros de nuestra sociedad es clave para el avance de esta en los temas cruciales que se plantea para superarse a sí misma en su desarrollo. Estas provocan constantemente periplos de estabilidad o inestabilidad en la forma y mecanismos en que debemos abordar la solución de los asuntos decisivos a nivel nacional.
Un tema decisivo y crucial que nos ocupa es la construcción de un proyecto nacional utilizando como medio efectivo, la debida administración de justicia inspirada en una real independencia, neutralidad e imparcialidad. El pilar de la administración de justicia se construye desde la base de la sociedad, en la familia, en las escuelas, en las organizaciones empresariales, sociales y sobre todo en las estructuras políticas denominadas partidos, movimientos o colectivos.
La justicia es darle a cada uno lo que le pertenece, en lo bueno o en lo correcto, porque si se actúa con rectitud en la aplicación de los principios generales de la convivencia humana, no habrá injustica que heche raíz y coseche inequidad. Sin embargo, el concepto de la justicia se reduce en la virtud que posea quien la administra y la aplica, si se inspira en el deber ser o en el “que hay pa´ mí”.
Es por ello que en ocasión del cumpleaños número doscientos (200) de Panamá como nación, debemos continuar revisando y reflexionando, qué tanto necesita nuestra administración de justicia, nuestros tribunales, desde aquel constituido como un árbitro único en el hogar, como lo es el jefe de familia (papá o mamá), pasando por los organismos de honor y disciplina de cualquier organización o colectivo, hasta avanzar a nuestras más altas corporaciones de justicia con competencia en todo el territorio nacional.
Nuestra sociedad necesita modelos ejemplares de honorabilidad, disciplina y orden. No podremos proponer ni ejecutar cambios decisivos y cruciales, si no observamos con notoriedad y claridad aquello que está mal o inaceptable y es juzgado ejemplarmente. Si existe en un colectivo comportamientos divergentes que lesionan y comprometan los objetivos comunes de la mayoría de sus asociados, lo coherente es que se establezcan los procedimientos y controles legítimos y lícitos para erradicar la negativa influencia como lo es el “que hay pa´ mí” y salvaguardar el interés general de la colectividad.
En nuestra pequeña capsula fractal, Cambio Democrático se encuentra en un proceso de convivencia y divergencias dentro de su membresía, y que busca consolidar su proyecto nacional. Le corresponde al “Tribunal de Honor y Disciplina ajustar sus actuaciones a los principios de simplificación de trámites, publicidad y debido proceso legal” (artículo 127,ESTATUTO DE CAMBIO DEMOCRÁTICO), para que cualquier miembro del partido que supuestamente haya violentado gravemente con su conducta el Estatuto, desatendido las directrices de la Junta Directiva Nacional o haber formado bloques políticos con partidos o personas con las cuales el colectivo no ha establecido ningún arreglo, encuentre la oportunidad y garantía que le respeten sus derechos como miembro. Así seguimos aportando a la consolidación de nuestra nación para 200 años más.
“Vive honestamente, sin hacerle daño a nadie y dándole a cada uno lo suyo”.
(Este artículo es responsabilidad de su autor)