Las 500 a Pánfilo Patricio – Manifiesto del Cambio #52. Recordar y conmemorar el Día de las Madres
Conmemorar, celebrar o simplemente recordar una fecha, es porque debe significar algo importante o traernos al presente, los recuerdos memorables de alguien especial. Así ocurre con todas las fechas: los natalicios, los días de duelo, las gestas patrióticas, por innumerables razones personales o colectivas las fechas de recordación se hacen importantes, evocan un recuerdo agradable o de hondo pesar.
En la edición de hoy, que por primera vez coincide la columna de Las 500 a Pánfilo Patricio, con una de las fechas más importantes dentro de la identidad panameña, el 8 de diciembre de cada año, deseo aprovecharla para honrar no solo la fecha obligatoria, si no exaltar la virtud de la maternidad, el amor de madre, el regazo de mamá que es inolvidable y siempre añorado como un verdadero amor.
Quiero con el permiso de todos mis lectores, exaltar a la mujer más importante en mi vida, mi madre que, aunque ya hace mucho tiempo partió, hoy su fortaleza de carácter se hace presente en las decisiones de mi vida. La templanza, el buen juicio, el sentido de la dignidad y el carácter fueron el legado que recibí de su persona. En honor a Cecilia Vásquez Acevedo.
La meticulosidad, el valor de la responsabilidad y de la confianza, el cuidar los detalles en lo más mínimo y el amor incondicional, lo atesoro de las lecciones de otra importante mujer, Carmen Vásquez de Wilson, una amada tía, que esas virtudes, fueron los obsequios más valiosos que en vida nos ofreció, sus enseñanzas y buen ejemplo.
Nimia Vásquez, Yara Núñez y Maritza Linares, mujeres ejemplares que, con su tesón, perseverancia, espíritu inquebrantable de lucha, nos demostraron a todos los sobrinos, que los desafíos en la vida, hay que asimilarlos con buena actitud, pese a lo complicado que pueden ser, mantenerse erguidas ante la adversidad.
Mi abuela Leoni, como toda abuela, un cántaro de amor y dulzura, que te recibía con una sonrisa dibujada en los labios, acompañada siempre de un espíritu jovial y noble. Así mismo, la Sra. Lorna Downs de Núñez, que aunque no fue madre mía de sangre, pero si fue un buen ejemplo de compañía ideal, entrega y amor incondicional para con mis hermanos y sobre todo para mi Papá.
A todos mis lectores, que hoy cuentan con la oportunidad de abrazar y darle un beso a sus madres, porque aún Dios lo permite, el mejor obsequio que hay para un ser tan especial e infinito, es que ellas vean en sus hijos que todos los sacrificios, penas y dolores valen la pena, porque se ven reflejados en el buen modelo de ser humano en el que nos convertimos y somos. No hay que darles motivos a nuestras madres, para que lloren de tristezas, si no de infinitas alegrías.
Cuidemos ese corazón frágil de mamá, con un buen comportamiento, directamente proporcional al amor que nos legó.
Felicidades a todas las madres panameñas, y en especial a aquellas que viven en la eternidad.
“Vive honestamente, no le cause daño a nadie y dele a cada uno lo suyo”.