
Las 500 a Pánfilo Patricio – Manifiesto del Cambio #80. A propósito de malos panameños
“Malos panameños”, así se refirió el Contralor de la República actual, al caso de quienes, dentro del contexto de la auditoría realizada a la empresa Hutchinson Panama Ports Company, pueden resultar responsables de la lesión que se sospecha ha sufrido el Estado panameño por los recursos que no recibió, por decisiones tomadas entre gobernantes y particulares panameños.
En 1997, el gobierno de la época, mediante la Ley No. 5 de 1997 del 16 de enero del mismo año, aprobó un contrato ley con la empresa panameña, de capital extranjero, Panama Ports Company, S.A., que otorgó la concesión para la construcción, operación, administración y dirección de los puertos de Balboa y Cristóbal, con la obligación, entre otras, de pagarle a la nación panameña una regalía del 10% calculada sobre los ingresos brutos generados anualmente.
En el año 2002, el gobierno siguiente, mediante la Resolución No. 14 del 13 de mayo de 2002, emitida por el Ministerio de Comercio e Industrias resolvió reconocerle a dicha empresa los mismos beneficios, incentivos, exoneraciones, créditos, tarifas y demás condiciones que les fueron concedidas un año antes a la compañía Colon Container Terminal establecidos mediante Ley 12 del 3 de enero de 1996. Adicional a la equiparación se derogó la anualidad fija y la anualidad variable del 10% sobre los ingresos brutos anuales.
Haciendo un ejercicio de cómo reconocer las características o atributos que identifica a ese perfil de quiénes se refiere el Contralor de la República, deseo acercarnos a la imagen de quienes pudieran interpretar el rol de ser un “mal panameño”.
La maldad es el antónimo al actuar con buena fe. La buena fe, en este contexto, debía estar acompañada del conocimiento gobernado por la bondad, la madurez con prudencia y la defensa del interés nacional. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, como muchos otros que hemos sido testigos mudos y que están ocurriendo actualmente, estamos observando que el común denominador en aquellos panameños que toman decisiones desde las esferas de poder en el sector público, lo hacen proyectando un ánimo de dueño afectando conscientemente la colectividad y el interés general.
Cuando un ciudadano ocupa una posición de poder dentro de la estructura del gobierno, y proviene del sector privado, resulta muy difícil desapegarse de los hábitos y conductas que lo condujeron al éxito en el ejercicio de su práctica privada. Por regla general, gobiernan adueñados del servicio público, profundizando la sutileza del interés particular por encima del interés general.
No obstante, si se continua con la práctica de los mismos hábitos y conductas aprendidos en la esfera privada, sin la consideración que desde el gobierno, las decisiones que se asumen, exigen un criterio y juicio de valor más humano, más maduro y prudente y con la bondad necesaria para discernir entre el conocimiento que afecta a la colectividad y aquel que beneficia a una minoría, entonces no es que estemos solo en presencia de malos panameños, si no que estamos perpetuando un estilo de gobernar con hábitos y conductas propias de la práctica privada, que se adueñan de las prácticas que deben prevalecer desde el servicio y la función pública.
Cuando se gobierna, hay que estar dispuestos a colocar en segundo plano el interés privado personal y priorizar el interés público desde la perspectiva personal.
“Vive honestamente, no le cause daño a nadie y dele a cada uno lo suyo”.