Los talibanes buscan ya «puerta a puerta» a los afganos que colaboraron con los aliados
Grupos de ciudadanos se manifiestan e izan la bandera tricolor del anterior Gobierno en varias provincias y también en Kabul.
Nueva jornada de protestas en un Afganistán que vivió su Día de la Independencia bajo control talibán. Las movilizaciones se extendieron a las provincias de Nangarhar, Laghman, Kunar y Kabul, donde hubo marchas esporádicas de hombres y mujeres que recorrieron las calles con la bandera tricolor del anterior Gobierno al grito de «nuestra bandera, nuestra identidad». Los islamistas reprimieron a los manifestantes en las provincias y en Asadabad, capital de Kunar, «varias personas murieron a causa de los disparos» de las nuevas fuerzas del orden, según recogieron los medios locales. En Kabul, el principal escaparate de Afganistán al mundo, se mostraron más comedidos, pero también evitaron que los concentrados izaran la bandera tricolor en lugar de la del Emirato. Cada vez resulta más complicado saber realmente lo que ocurre en Afganistán.
Los islamistas celebraron este día que marca el final de la ocupación británica hace 102 años con un mensaje en el que mostraron su alegría por haber expulsado del país «al poder más arrogante del mundo, Estados Unidos». El movimiento extremista reafirmó la importancia del establecimiento del Emirato Islámico de Afganistán, pero decenas de miles de civiles no mostraron emoción alguna y siguen a la espera de ser evacuados.
Najiba Faiz está en la lista elaborada por España y permanece en Kabul a la espera de la ansiada llamada de la Embajada. «Les conocemos bien, a nosotros no nos engañan con sus falsas promesas», asegura cuando se le cuestiona por la declaración de respeto a las mujeres y la amnistía ofrecidas por los islamistas. Ella era profesora en Herat cuando el Emirato se impuso en 1996, tuvo que dejar su trabajo y cubrirse con un burka.
Hasta en dos ocasiones fue agredida en las calles de esta ciudad del oeste por los extremistas y ahora le parece estar viviendo «una pesadilla. Me encontraba en Helmand cuando llegaron y escapamos a Kabul en autobús. Un viaje de seis horas se convirtió en uno de dieciséis y tuvimos que superar sus puestos de control. El problema fue que tres días después se hicieron con la capital y desde entonces solo pienso en huir».
En las últimas dos décadas ha trabajado con diferentes países en programas de apoyo a la mujer afgana. Piensa que «es cuestión de días que muestren su cara real en la ciudad porque en las provincias ya lo están haciendo y nos llegan las noticias de las primeras ejecuciones». ‘The New York Times’ tuvo acceso a un informe de Naciones Unidas que apunta a la existencia de una lista negra elaborada por los islamistas con los nombres de personas a las que buscan para interrogar y castigar. La purga ya estaría en marcha y los talibanes «van puerta a puerta para arrestar o amenazar de muerte a miembros de la familia si esas personas que buscan no se entregan», informó el diario estadounidense.
El informe confirma que la persecución se ha intensificado contra quienes han trabajado con los militares aliados en estos últimos veinte años. El Centro Noruego de Análisis Globales, que proporciona información de Inteligencia a la ONU, teme que los buscados «sean expuestos a torturas y ejecuciones» y añade que el nuevo régimen habría ya reclutado informadores propios entre la población. Además de los colaboradores, corren «más riesgo» los mandos del Ejército y de la Policía que estuvieron a las órdenes del depuesto Gobierno de Ghani.
Una docena de muertes
Para Najiba, como para la mayoría de afganos, la evacuación es una carrera de obstáculos. El último de ellos es el puesto de control insurgente a las puertas del aeródromo, donde es necesaria la coordinación entre islamistas y estadounidenses para que se permita el acceso al interior de la gente con permiso para volar. Desde el domingo, al menos doce personas han muerto víctimas de disparos o aplastadas en avalanchas humanas en la entrada a un aeropuerto convertido en la única vía de salida segura del país.
En medio de esta caótica evacuación, el presidente estadounidense, Joe Biden, dio luz verde a las tropas para permanecer en Kabul más allá del próximo día 31 si fuera necesario, la fecha que se marcó como día final para cerrar estas dos décadas de guerra. Washington expresó su alarma ante las informaciones de los medios locales que denunciaban que los talibanes «están impidiendo que los afganos que desean salir del país lleguen al aeropuerto», reveló la subsecretaria de Estado, Wendy Sherman. Desde el Pentágono, sin embargo, indicaron que los talibanes «no están interfiriendo en nuestras operaciones», según el general Mark Milley, jefe de Estado Mayor.
En la rueda de prensa del martes, el portavoz islamista Zabihullah Mujahid prometió que el régimen será «positivamente diferente» al que imperó entre 1996 y 2001. Las cosas han cambiado en estas décadas y parece que los rebeldes aspiran a formar un gobierno inclusivo con figuras como el expresidente Hamid Karzai o el jefe negociador Abdulá Abdulá para intentar tener un mayor reconocimiento en la comunidad internacional. Los contactos están en marcha, pero de momento no se ha filtrado información alguna sobre sus progresos.
Mientras que las autoridades de Rusia o China no descartan un acercamiento al Emirato, los expertos coinciden en que estos talibanes no difieren demasiado de los que aterraron al mundo a finales de los noventa. El analista ruso Kirill Krivosheev considera que «no vamos a ver nada remotamente parecido al ‘gobierno inclusivo’ que prometen los talibanes, mientras que sí vamos a asistir al crecimiento del extremismo religioso y el tráfico de opio», según su análisis para el centro de estudios estratégico Carnegie Endowment for International Peace.
Igual opinión tiene el activista anti talibán Hassan Nasir, quien afirmó a este medio que «asistimos estos días a un ejercicio de propaganda. Ellos no han cambiado y no se puede esperar nada positivo. Están repitiendo los pasos del 96, cuando también prometieron amnistía y un gobierno integrador. Solo tratan de ganar tiempo para engañar a la gente y a la comunidad internacional».
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