Los tomates y las patatas, ¿fuente de futuros tratamientos contra el cáncer?
Las solanáceas, familia a la que pertenecen estos alimentos, contienen sustancias de interés farmacológico.
El cáncer es actualmente una de las principales causas de muerte en el mundo y cada día asciende en el ranking. Aunque esto se debe en parte al descenso de la mortalidad por otras causas y al incremento de la esperanza de vida (el cáncer se vuelve más común conforme avanza la edad), lograr encontrar nuevos tratamientos y estrategias es un paso clave para continuar avanzando hacia la mayor calidad de vida posible.
En esta particular carrera, puede que juegue un importante papel una familia muy particular de plantas, algunas de las cuales estamos más que acostumbrados a ver en nuestras cocinas: las solanáceas.
Venenos y alimentos
Así, recientemente un grupo de científicos polacos ha dirigido una revisión de la literatura científica al respecto hasta ahora disponible, determinada a demostrar el potencial anticancerígeno de ciertos compuestos que se encuentran de manera natural en algunos de los miembros de esta familia, como son los tomates y las patatas.
Como detallan en el medio especializado Frontiers in Pharmacology, este equipo se centró concretamente en el estudio de cinco glicoalcaloides: solanina, chaconina, solasonina, solamargina y tomatina, que se encuentran en los extractos crudos de las solanáceas.
Un dato curioso es que, además de contener muchas especies que son alimentos populares (como el tomate, la patata, la berenjena, los chiles, o los pimientos), la familia de las solanáceas es hogar también de muchas especies altamente tóxicas como el tabaco o el estramonio. Esto es precisamente porque muchas de estas plantas generan diferentes alcaloides (la clase de compuestos a la que pertenecen los glicoalcaloides) como mecanismo defensivo que evita que sean devoradas por los animales en el entorno natural.
Propiedades anticancerígenas
Muchos de estos mismos alcaloides, no obstante, también han demostrado ser poderosas medicinas cuando se emplean en las dosis y las formas correctas. Así, los glicoalcaloides parecen inhibir el crecimiento celular del cáncer e incluso promover la muerte de las células cancerígenas, y al mismo tiempo los estudios in silico (a través de simulaciones informáticas) sugieren que no resultan tóxicos para las células sanas, con lo que no parece existir riesgo de daño genético (que puede a su vez originar tumores).
En base a esto, estos autores sugieren dar el paso al uso de modelos in vitro (cultivos celulares) y en modelos animales, lo que resulta fundamental para poder elaborar medicinas a partir de estas sustancias. Específicamente, mencionan que la solanina impide que ciertos químicos potencialmente carcinogénicos lleguen a transformarse en carcinógenos, y que en ciertas dosis parece acabar con un tipo particular de células malignas de la leucemia; la chaconina tiene propiedades antiinflamatorias (los procesos inflamatorios crónicos cumplen muchas veces con un rol importante en la génesis del cáncer); la solamargina impide la reproducción de las células del cáncer de hígado; la solasonina podría atacar a las células madre cancerígenas; y la tomatina ayuda a regular el ciclo de vida celular, lo que puede ayudar al organismo a deshacerse de células cancerígenas.
Una vez que se avance en esta dirección y especialmente se clarifiquen las dosis adecuadas, los modos de administración idóneos y sobre todo se establezca el perfil de seguridad de estos glicoalcaloides, es posible que un día se conviertan en medicamentos anticancerígenos que mejoren la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes.
Referencias
Magdalena Joanna Winkiel, Szymon Chowański & Małgorzata Słocińska. Anticancer activity of glycoalkaloids fron Solanum plants: a review. Frontiers in Pharmacology (2022).