Manifiesto del Cambio 14: “2 Panamá + 1 Crecimiento económico = 0 Desarrollo humano”
Por: Boris O. Núñez V.
La capital de Panamá, se erige como faro de luz en medio de un océano, ilumina superficialmente a un país cosmopolita, moderno, en apariencia de primer mundo, pero cuando observamos más detenidamente nos adentramos en su interior podemos percatarnos que el resto del territorio nacional vive sumergido en contradicciones y anacronismos que dibujan una nación tercermundista. Dos percepciones de un mismo suelo patrio, que por un lado concentra y acapara la riqueza y oportunidades que el crecimiento económico anuncia como golondrina, pero por el otro lado seguimos sobreviviendo a un Estado sin desarrollo humano.
El crecimiento económico seduce con sus números a un sector de la élite económica que usufructúa los nichos de negocios que apuntalan las actividades económicas dominantes en el país, y que atraen a propios y extraños para invertir y acelerar la rueda sectaria de la fortuna. La inversión extranjera directa se enfoca en los servicios de energía, telecomunicaciones, minería, comercio, operaciones portuarias, servicios privados de salud, los cuales generan cuantiosos recursos económicos, pero con muy poca incidencia a la hora de generar empleos masivos que podrían contratar a una despreciada población en empleo informal o desempleada.
El Gobierno se concentra en atraer inversionistas para que generen en actividades económicas muy rentables, negocios de poco impacto laboral en el trabajador panameño y los exonera de impuestos nacionales, sacrificando ingresos al país, que luego resultan necesarios para la satisfacción de necesidades elementales de más escuelas, más centros de salud de atención primaria, más deporte y cultura, más ambiente sano, más seguridad, más agricultura, más desarrollo sostenible, servicios públicos que debe garantizar el Estado panameño.
La administración del Estado en Panamá requiere de una nueva visión del presente y hacia el futuro. Balancear el crecimiento económico que distribuya la riqueza que atrae y por sí genera en todo el territorio nacional. Impulsar la modernización del gobierno para que la tramitación burocrática sea un pilar dentro de la calidad de vida del ciudadano. El Panamá real nos demuestra que vivimos cegados y en descoordinación para priorizar las necesidades que requerimos resolver como nación, por ejemplo, ordenar la casa, respetar a la autoridad, no destruir nuestros recursos y ser dignos como ciudadanos. El Panamá ideal nos muestra el horizonte al que quisiéramos llegar dentro de un largo camino, quizás 100 años, y que podríamos educar mejor a nuestros hijos en el hogar, querer cumplir la ley, disfrutar de nuestras riquezas inagotables, y ser la nación en el mundo con muy bajos índices de corrupción.
Renunciemos a ser una ciudad de plástico en un país portátil, construyamos los pilares de centros deportivos y coliseos nacionales que alejen a la juventud del mal vivir y los encaminen hacia el medallero olímpico; replantemos nuestra esencia cultural y multipliquemos el sueño de cosechar premios nobel de literatura, ciencia, economía, física y de la paz. Concentremos no en acortar la distancia entre el Panamá real que sobrevivimos hoy y el Panamá ideal en el que todos debiéramos ver un mismo horizonte.
“Vive honestamente, sin hacerle daño a nadie y dándole a cada uno lo suyo”.
(Este artículo es responsabilidad de su autor).